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Alaska Davidson: la primera espía del FBI

En 1922 el Buró Federal de Investigaciones (o más reconocido como FBI) intentaba combatir casos relacionados con la Ley Mann que prohibía la trata de mujeres. No obstante, sus misiones no tenían el éxito esperado. Así que el director de ese entonces, William J. Burns, decidió contratar, por primera vez en la historia, mujeres que cumplieran el rol de infiltradas, enviando la información necesaria a los agentes para poder encerrar a estos criminales. 

Así es que el 22 de octubre de ese año, Alaska Davidson se convirtió a sus 54 años en la primera mujer que trabajó en el servicio de inteligencia más reconocido del mundo. No es casualidad que la hayan elegido como espía: aparte de la inteligencia que la destacaba, su bajo perfil  y su capacidad de pasar desapercibida eran cualidades difíciles de encontrar en una época donde el Charlestón, las plumas y los brillos eran los protagonistas.

Tal es así, que hasta el día de hoy es difícil encontrar datos sobre su vida personal. Sólo se sabe que nació en Ohio en 1868, que tenía una hija, Esther, que falleció muy joven y tuvo dos maridos.

Gracias a uno de los pocos documentos que el Buró Federal guardó de ella, se sabe que fue formada en Nueva York y que luego la trasladaron a la oficina de Washington D.C. Por otro lado, su salario era de 7 dólares al día (la mitad de lo que ganaba un hombre en su mismo puesto).

Entre sus misiones, el FBI le pidió que se infiltrara en el Cuarto Congreso Mundial de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad, ya que lo consideraban peligroso. No obstante, Davidson se encargó de que quitarán todos los cargos posibles pues  apoyaba la causa de las militantes.

Si bien sus misiones secretas fueron un éxito y la información que otorgaba ayudó a descubrir la identidad de diferentes agrupaciones criminales, en 1924 el nuevo director de la agencia, John Edgar Hoover, la obligó a renunciar bajo el siguiente fundamento: “Es una señora muy refinada, no podría funcionar en las investigaciones donde una mujer pudiera ser útil”.

Alaska tenía una colega en ese momento, la agente Jessie B. Duckstein, quien también fue forzada a renunciar. No obstante, otra mujer se mantuvo en el cargo hasta 1928: Lenore Houston. Pero extrañamente decidieron encerrarla en un psiquiátrico y ya no pudo trabajar.

Desde entonces, el FBI no contó con una sola agente femenina durante 44 años, hasta que en 1972 Hoover falleció y se aprobó una ley que obligaba a los organismos federales a favorecer la igualdad de oportunidades laborales.

Si bien aún queda un largo camino por delante, ya que las mujeres ocupan sólo un 12% de los cargos altos de esta institución, hoy en día las agentes femeninas cumplen un rol esencial en trabajos de inteligencia secreta y Alaska Davidson fue la primera en demostrarlo hace casi 100 años.

Por Agustina Urbano

 

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